Wednesday, November 01, 2006

GÉSTOR MNEMONIC

José Urriola C.


Ramírez soy yo. Ramírez Silva, Alfredo José. Vigilante de seguridad de la compañía Prosegur 2030. Y el cadáver allí presente ciertamente es persona conocida, pero amigos como tal, así amigos amigos, yo no diría que fuimos.

Por razones de trabajo la compañía me rota por ciertos puntos estratégicos de la ciudad: la Embajada Americana, la Oficina Nacional de Identificación y Extranjería, y también por el Registro Principal. De allí conozco al muerto. Porque él es un gestor; bueno, era gestor, y hacía ronda semanalmente por los mismos lugares aunque por razones obviamente diferentes. El único gestor de su gestoría personal: “Géstor Mnemonic”. Sí, ya sé que el nombre es raro y yo puedo jurar que desconozco el significado, me imagino que Géstor sería su nombre de pila y que el apellido es extranjero o lo habrá sacado de la combinación de los nombres de unos parientes, o será de una quinta. Yo lo que sé es que nos tocaba durante horas estar parados en las puertas de la embajada. Pendientes de la fila de los pasaportes, o de las cédulas, controlando la situación. Él hacía su trabajo y yo el mío. Cada uno en lo suyo.

Era un individuo de pocas palabras y cuando por fin hablaba lo hacía como si se hubiera tragado una computadora, o como si alguien le estuviera dictando desde las alturas unas frases que él tenía que repetir lentamente. Una vez, una madrugada de lluvia en la que nadie vino a sacarse la cédula y nos tuvimos que refugiar los dos debajo de un techito hasta que amainara el aguacero, me lo contó. Creo que lo hizo por matar el tiempo, pero al final tenía una lágrima en la mejilla que se parecía un montón a una gota de aceite de motor de carro que hace cinco años no le hacen el servicio. Me dijo que antes él era un tipo normal, así como Ud. o como yo; que siempre fue gestor porque no sabía ni quería ser otra cosa. Que le iba mal y entonces tomó la decisión. Que entre la mujer y el cuñado -que era ingeniero de computación y sabía de robots y microchips y esas cosas- lo habían convencido para que se sometiera a una operación. Le metieron en la cabeza, no sé cómo, un disco duro que ni la computadora central del Registro Electoral, una cosa de no sé cuantos miles de gygas. Me dijo: “toda la información de cada planilla, cada requisito, cada nota minúscula a pie de página de millares de documentos de cualquier diligencia burocrática que quiera hacer en la vida, todo está vaciado aquí”. Y al decirme eso se tocó la sien con la punta del dedo, como señalando. Y yo dije: “Verga, compadre, qué memoria la que se gasta”.

Y la verdad es que con el tiempo ganó fama y comenzó a irle mucho mejor. Cambió de traje, cambió de auto, cambió de mujer. Se le acercaba un río de gente cada mañana: “mire, que yo me vengo a renovar el pasaporte”. Y el hombre pestañaba un segundo, ponía los ojos en blanco y contestaba como si alguien le hubiera apretado un botón: “tome nota: pasaporte original caducado, fotocopia de la cédula por duplicado, partida de nacimiento con vigencia de los últimos seis meses, llenar debidamente y sin enmiendas las planillas PH1, PH2 y PH2b. Son 10 mil por la consulta. Y 100 mil si quiere el servicio Mnemonic Premium con todos los documentos listos para procesar”.

Y cuando la gente pedía el servicio Mnemonic Premium el hombre pedía 50% por adelantado, se perdía detrás de una columna o se iba por el monte y regresaba a los poco minutos. Volvía con todos los documentos listos, pero con el nudo de la corbata aflojado, el traje arrugado, la frente sudada, demacrado, como si hubiera hecho un esfuerzo monumental, como si lo hubieran agarrado a palos por el camino. O como si algo horrible en esos cinco minutos se hubiera ensañado en su contra y le hubiera quitado varios kilos.

Y al tiempo que le iba mejor le iba yendo peor. Cambió de traje y cambió de auto y cambió de mujeres. Varias, muchas veces. Pero él estaba cada vez más seco, como si estuviera hecho de papel celofán y cebolla. Y a la gente le extrañaba un poco que los documentos que él traía del monte, o de atrás de la columna, olían a encierro, estaban calientes y maltrechos. “¿De dónde se sacó Ud. esto?” preguntaban. Él jamás respondía. Cobraba su dinero y daba por toda respuesta un: “Géstor Mnemonic, para servirle”.

Y entonces pasó lo que pasó el día de la nacionalización de los chinos. Los trajeron en camiones militares, en containers con escudos de la armada, en helicópteros camuflados. Miles de chinos hablando en chino recién salidos de China. Había que darles cédulas a todos para que pudieran votar en las elecciones, a favor del gobierno. Claro está. Porque si no votas por el presidente, chinito, te vuelves para China a comer arroz, te echamos de balsero al Mar Caribe, te dejamos caer desde el mismo container en el que viniste pero en la mitad del Pacífico.

Géstor Mnemonic se sacó de adentro páginas y páginas de planillas escritas en chino. Cédulas y pasaportes para que los chinos fueran más de aquí que nosotros. Se iba con cuatro mil solicitudes y regresaba de atrás de la columna hecho un trapo, sudando frío, con los documentos calientes, olorosos. Estaba a punto de fundirse o de estallar. Se le notaba; pero el hombre no paraba. Quedaban aún muchos chinos en la cola vociferando en chino, insultando en chino, clamando por sus papeles, por sus derechos. Hasta que el gestor no pudo más, hizo como un robot al que le bajaran los fusibles, se cayó haciendo ruiditos raros sobre el pavimento. Y los chinos por millares a su alrededor no entendían, se agrupaban como viendo una pelea de grillos allí sobre el suelo. Me abrí espacio a codo limpio, acerqué la oreja a la boca del pobre hombre que repetía una y otra vez una frase inaudible. Afiné el oído y entonces escuché: “Se me atascó el papel para imprimir en el intestino. Ayúdame, tienes que meter…”.

Pero yo no escuché más. O a lo mejor sí, pero a veces uno prefiere no entender. Yo soy Ramírez. Ramírez Silva, Alfredo José. Vigilante de seguridad. Yo de cosas técnicas no sé nada. Y a ese tal Géstor Mnemonic, allí fundido, apenas si lo conozco.

5 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Qué bueno está esto. Ya me imagino perfectamente cómo sería el servicio de fotocopiado.
Te leo siempre.
M.

7:47 AM  
Anonymous Anonymous said...

Respetuosamente doy respuesta a su solicitud de informe y, tomando en cuenta la circunstancia extraordinaria en la que mi persona se encuentra desde el día de ayer, agradezco la atención que pueda dársele a mi caso. Me valgo de la presente para dejar constancia del malentendido ocurrido el día 02.10 del corriente año, a las 3:50 pm. La situación aún no se ha podido esclarecer. He examinado cuidadosa y profesionalmente mis archivos y hasta ahora no he encontrado ningún indicio que pueda involucrarme de manera voluntariosa en los hechos. De tal manera, subvierto este documento y dejo lo dicho ante su generosa comprensión. No podría más que cargar con mis responsabilidades si fuese yo causante de algún estrago. Sin embargo, doy fe de mi honestidad en el cargo y me despido en espera de su amable respuesta.

Atentamente,

Lozano

2:36 PM  
Anonymous Anonymous said...

Hoy pongo a disposición de los hermanos Chang, ciertos seres de pasillos...

Me refiero a esos de la mejor especie que a paso cerrado gritan y mandan con cigarro en mano y boligrafo amarrado a la oreja. Su oficio es firmar, preguntar cómo va todo y darle al dedito.

No quisiera que la gestoría de los Hermanos Chang se privara de este ejemplar en especial. Ser que con gestualidad diligente hace sentir cualquier labor como imposible, contagia de angustia todo oficio cotidianno, y es especialmente hábil en señalarte como INÚTIL; le gusta hacerse sentir cuando todos trabajan y siempre está allí para recibir las felicitaciones del jefe. Grita y corre por los pasillos, el cabello tiezo por el peroxido, decolorado como la expresión de sus ideas.
Uno de los ejemplares que pongo a disposición es único, no pierde oportunidad para pasearse con carpeta en mano y pedir cuentas de todo. Los ojos se asoman de reojo, mitad fuera de unos lentes - que tampoco cumplen con su papel -, allí, ay, allí, ejerce el poder, y los ojos turbios y polvorientos, como estanterías de la ONIDEX, buscan inmovilizarte.
¡Ay! Una vez más, has olvidado dirigirte a su persona sin un memo, sin previa cita y a las 12 en punto, cuando roboticamente se dirige a engullir la comida correspondiente.

Pase usted primero

5:14 AM  
Anonymous Anonymous said...

Mnemonic y Longo: dos señores de respeto, ahora al lado de usted vale decir

1:03 PM  
Anonymous Anonymous said...

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1:48 AM  

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